Ayer fuimos de paseo a BILBAO; llevaba tres objetivos: conocer la ciudad todo lo que se pudiera, ver el célebre museo Guggenheim y darle un primer abrazo de la vida a una prima a la que nunca había visto hasta ahora. Misión cumplida.
El encuentro con mi prima Pepita y su esposo Andrés fue uno de esos acontecimientos que a uno lo dan vuelta como una media. Ocurre que mi abuelo paterno -gallego inmigrante a comienzos del siglo pasado- fue hermano de una abuela de Pepita; en consecuencia mi padre era primo directo de la madre de ella, aunque nunca se llegaron a conocer. Son 4 hermanos, dos de los cuales viven en Galicia, una en Mar Del Plata y Pepita en Bilbao. Conocer a Pepita y darle un abrazo era una deuda de honor que yo tenía con mi familia de orígen. Me abrió las puertas y me recibió muy bien; pudimos conversar e intentamos ponernos al día de unos 150 años de historias familiares, acá en España y en los países de destino de nuestros parientes comunes.
Es fantástico cuando la vida te ofrece estas posibilidades, tal como la de estar yo ahora mismo en casa de mi primo Antonio, un sobrino de mi abuela paterna a quien ella nunca pudo conocer. Hace 100 años era demasiado un océano de por medio...
Gracias Pepita y Andrés, gracias querida familia, gracias a la vida.
Pero antes de ir a lo de Pepita entramos a Bilbao y dimos unas vueltas con el auto. Antonio conoce bien toda esta zona y se guía perfectamente por las enormes autovías y autopistas abigarradas de carteles indicadores, flechas, bajadas y puentes. Bilbao es una ciudad recostada sobre el mar Cantábrico en la provincia vasca de Vizcaya. Como es muy grande y está desparramada entre colinas cuesta darse una idea de cuán grande es pero me dijo Antonio que es muy extendida, algo así como una lonja kilométrica a lo largo de la costa marina. Supo ser una ciudad fuertemente industrial, algo así como uno de los polos de la industria pesada (metalúrgica, etc.) de España pero ahora ya no lo es tanto; así me han dicho. De todos modos yo pude ver establecimientos industriales por todos lados en las afueras.
Me resultó -eso sí- una ciudad muy moderna, con grandes avenidas, parques, edificios y rasgos de pujanza.
Quería ver el museo Guggenheim y allá fuimos, caminando unas cuantas cuadras por la orilla de la ria de Bilbao; habíamos estacionado el auto frente al palacio Euskalduna, que es un enorme sitio para congresos y convenciones. Atravesamos dos puentes caminando y llegamos. El edificio del Guggenheim es alucinante... realmente es todo un alarde de la arquitectura ultramoderna; resulta muy dificil describirlo, hay que verlo en fotos.
A mi en particular me resultó un tanto frio, con mucho material de acero inoxidable, mosaicos, titanio y vidrio. En mi humilde juicio le falta madera, plantas y ladrillos a la vista, como para hacerlo menos norteamericano y un poquito más español.
Una vez adentro y comenzado a recorrer me pasó algo similar... vi muchas fallas organizativas que resultaría largo narrar y que terminaron por fastidiarme. No pude entender cómo se pueden cometer errores tan gruesos en tan famoso museo.
Bueno, nos tenemos que ir, dejo aquí y mañana sigo.
Feliz año para todos. Mario